martes, 14 de abril de 2009

EMPLEO: LA NUEVA "CUESTIÓN SOCIAL"

por Pbro. Rodrigo Tupper Altamirano La tercera 13/04/2009
Estamos frente a una crisis de características muy profundas que si bien, en una primera mirada, parece ser un problema económico y financiero, es en el fondo el resultado de una crisis ética.
Hace poco el Papa Benedicto XVI planteaba una pregunta acuciante e insoslayable: "¿Cómo no pensar en tantas personas y familias afectadas por las dificultades y las incertidumbres que la actual crisis financiera y económica ha provocado a escala mundial?"
Lo que comenzó como una crisis de los mercados financieros se ha convertido en una crisis de empleo global. La Organización Internacional del Trabajo estima que este año 50 millones de personas perderán su fuente de sustento por la crisis. ¿Cómo no empatizar y sentir en la piel, que el destino de estos hermanos es también nuestra responsabilidad?
El desempleo es una "verdadera calamidad social", afirma la enseñanza social de la Iglesia, y son precisamente las crisis las que nos pueden ayudar a calibrar la fibra de nuestra solidaridad. La persona del trabajador no puede ser considerado sólo como un medio de producción, un mero engranaje dentro del sistema, un "recurso humano".
La crisis está golpeando fuertemente en Chile a la industria minera, al retail, a los salmoneros, a los trabajadores forestales, la construcción, los profesionales de la prensa. Se ven despidos cada semana. ¿No será posible que los empresarios, así como son creativos para generar riquezas, logren que el despido sea, de verdad, el último recurso?
Cuando se pone en peligro el empleo, se pone en peligro nuestro proyecto de patria, nuestro anhelo de llegar a ser en el bicentenario un país más equitativo. La mantención de la desigualdad se da fundamentalmente por los bajos ingresos laborales. El trabajo decente hoy sigue siendo una exigencia y una tarea permanente.
El Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam) ha sido muy claro en diagnosticar que, "la actual crisis financiera ha puesto de manifiesto el afán excesivo de lucro por encima de la valoración del trabajo y del empleo, convirtiéndolo en un fin en sí mismo".
Esta crisis nos interpela dos veces, dicen los obispos: "de una parte, nos compromete a expresar nuestra solidaridad en acciones y obras concretas, que facilite la búsqueda de soluciones a los problemas del desempleo, el hambre, la migración forzosa, el deterioro de la salud y la pérdida de calidad de vida de los pobres, que como siempre son las víctimas más afectadas de las crisis; por otra parte, nos estimula a empeñar los mejores esfuerzos, para contribuir a la formulación de un nuevo modelo de desarrollo para América Latina y el Caribe y de un sistema económico mundial mejor regulado".
Nos encontramos frente a una crisis de características muy profundas que si bien, en una primera mirada, parece ser un problema económico y financiero, es en el fondo el resultado de una crisis ética. Puede ser la oportunidad para construir seriamente un orden internacional más justo y equitativo, que traiga la justicia que no logró la bipolaridad ideológica de fines del siglo XX, un orden más humano.
La respuesta fácil parece ser despedir a los trabajadores. Sin embargo, hay nuevas visiones que están surgiendo en el tema: ellas serán precisamente el motor que ayude a salir de esta contingencia, buscando alternativas al despido y a la pérdida consiguiente de "capital humano". Nos encontramos quizás frente a un nuevo rostro de la "cuestión social". Por eso, la respuesta integral y profunda que demos hoy a las cuestiones del empleo será determinante en como enfrentaremos y resolveremos la cohesión y la integración social.