martes, 14 de abril de 2009

CUANDO EL PODER SE SUBE A LA CABEZA

La tercera, Tendencia 11/04/2009
Por María José Picón
El hecho de estar al mando, según recientes estudios, genera un optimismo irreal, una alta autoestima y se sobrevaloran las habilidades.
¿Se ha puesto a pensar en todo el poder que puede llegar a tener una persona? O más cercano, ¿ha pensado en el poder que ejerce su jefe sobre usted? Mucho, o al menos bastante, y se supone que con méritos. Porque, también se supone, el personaje en cuestión llegó a ese cargo tras probar su calidad laboral y, sobre todo, su capacidad para mandar y ejecutar decisiones.
Pero un reciente estudio de la Universidad de Standford aconseja no dejarse encandilar tan fácilmente con los atributos de quienes tienen el poder, porque si hay algo que define a este tipo de gente es que muchos sobreestiman lo que pueden hacer con ese poder. De acuerdo a la conclusión de la investigación realizada por los economistas Nathanael Fast y Deborah Gruenfeld, el poder puede literalmente "subirse a la cabeza", causando que los individuos piensen que tienen un mayor control sobre la realidad, del que verdaderamente poseen.

EL JUEGO DE LOS DADOS
Los investigadores realizaron cuatro experimentos para explorar la relación entre el poder y el "control ilusorio", es decir, el que es sólo de apariencia. Fast y Gruenfel, primero reclutaron a 38 estudiantes y los dividieron en tres grupos.
Al primero le pidieron que escribiera sobre una experiencia en la que hubieran tenido el control sobre otras personas. Al siguiente, se le pidió recordar una vivencia en el que hubieran estado bajo el mando de alguien; y al tercer grupo no se le solicitó escribir nada. Luego, a todos se les dio un juego de dados para que, una vez lanzado, adivinaran el número que saldría. A todos los participantes, además, se les dio la posibilidad de lanzar los dados o dejar que alguien lo hiciera... Los resultados obtenidos fueron impresionantes.
El 100% de los estudiantes que habían recordado una escena de poder, tiraron los dados ellos mismos. Del segundo grupo, en cambio, sólo el 69% optó por la misma estrategia. A partir de este tipo de experimento, los expertos de Standford concluyeron que los participantes que se sintieron poderosos tuvieron la noción de que podían controlar un resultado que depende del azar, sobrevalorando así sus habilidades. En este caso específico, creyendo que podían ejercer influencia en el resultado del juego tirando personalmente los dados.
"Elegir tirar el dado simboliza una manera ilusoria de poseer el control sobre algo", afirmó Gruenfeld a la revista Time. Ambos investigadores concluyeron que la experiencia de tener poder sobre otros hizo percibir un optimismo irreal y una alta autoestima en el primer grupo.
Pero los científicos no se quedaron sólo con estos resultados. En la segunda prueba, 30 voluntarios fueron puestos en pareja para realizar un juego de representación. Uno debía interpretar un rol superior y el otro un papel de subordinado. A los voluntarios se les pidió leer un guión sobre cómo mejorar la rentabilidad de una agencia de marketing. Nuevamente, los participantes en mandos superiores creyeron consistentemente que tendrían un mejor desempeño a la cabeza de la empresa que las personas designadas como subordinados.
Y en un tercer estudio, 79 voluntarios escribieron nuevamente sobre una experiencia a la cabeza de un grupo o bajo el mando de alguien. Luego rellenaron un cuestionario para medir la autoestima y la habilidad para tener influencia en el mundo. La gente que dijo estar encima de otros, marcaron más alto en autoestima.
Este último experimento hizo afirmar a los científicos que "el poder puede causar que la gente pierda contacto con la realidad, en el sentido que ésta los lleva a tomar decisiones demasiado confiados en ellos mismos". Para Fast y Gruenfeld, la relación entre el poder y el control ilusorio puede contribuir directamente a la pérdida de poder real, haciendo que muchos líderes tomen malas decisiones. Y un buen ejercicio podría ser el desplome de Wall Street en septiembre pasado. Quizás si aquellos operadores no se hubieran sentido "amos del universo" no se habría derrumbado la economía y no estaríamos en una de las peores recesiones de la historia.